Noticias | 27 junio, 2025
Vidas que resisten: Ser LGBTIQ+ en el Perú hoy
Escrito por Paola PatiñoInvestigadora y Directora Ejecutiva del CISEPA
En el Perú, ser LGBTIQ+ sigue siendo una experiencia marcada por el riesgo, el estigma y la exclusión. A pesar de los avances en la visibilización y en la organización comunitaria, los derechos y vidas de las personas LGBTIQ+ continúan siendo profundamente vulnerados por un sistema que patologiza las disidencias, criminaliza las existencias no normativas y normaliza la violencia como parte de lo cotidiano.
Esta situación se agrava en contextos de pobreza, racialización y marginalidad territorial. En mis investigaciones con mujeres trans en Lima, muchas de ellas trabajadoras sexuales, he documentado cómo sus cuerpos se convierten en archivos vivos de exclusión y resistencia. Sus relatos hablan de trayectorias marcadas por el abandono familiar, la expulsión escolar, la falta de acceso a salud, y el desplazamiento forzado a espacios precarios donde se negocia día a día la supervivencia. Sin embargo, también emergen allí prácticas estéticas, afectivas y políticas que desobedecen la norma y construyen comunidad.
El Estado peruano ha demostrado una voluntad limitada para garantizar derechos básicos a la población LGBTIQ+. Aún no se cuenta con una ley de identidad de género, el matrimonio igualitario es inexistente, y la violencia –física, simbólica, institucional– persiste con altos niveles de impunidad. En particular, las mujeres trans enfrentan tasas alarmantes de asesinatos, detenciones arbitrarias y exclusión estructural. Su experiencia encarna con crudeza la intersección entre transfobia, clasismo, racismo y misoginia.
Pero frente a este panorama hostil, también se levantan redes de cuidado, espacios de lucha y lenguajes de dignidad que resisten la normalización del despojo. Desde el activismo comunitario, el arte, la investigación, la pedagogía crítica y la organización política, las personas LGBTIQ+ en el Perú reivindican el derecho a existir, a sentir, a gozar y a habitar este mundo desde otras formas de ser y estar.
Este 28 de junio no es una celebración vacía. Es una conmemoración política. Es memoria de revueltas como Stonewall, pero también de las luchas locales: de quienes han sido asesinades, de quienes han sobrevivido, de quienes han hecho del margen un espacio de producción de saberes y afectos. El orgullo es, en nuestro contexto, una afirmación radical de humanidad ante la deshumanización sistemática.
En ese sentido, es importante clamar que cualquier transformación verdadera en el país exige escuchar y aprender de esas vidas que insisten en no ceder su deseo de vivir con dignidad.