Noticias | 27 marzo, 2023

Escribir desde los intentos de olvido y no dejar que las borraduras sean totales

Por: María Eugenia Ulfe

- INVESTIGADORA CISEPA -

Una fotografía de mujer joven encontrada en el resto de una camisa de hombre abre la trama en NN Sin identidad de Héctor Gálvez (2014), de los pocos filmes que abordan el tema de la desaparición forzada y el trabajo del Equipo Peruano de Antropología Forense. El trabajo meticuloso de seguir pistas, conocer los huesos y formas del cuerpo humano, comprender por dónde se produjo la herida mortal que segó la vida de la persona, intentar analizar qué pudo pasar. Más de setenta años después, en España se comenzó en un proceso incesante por exhumar sitios de entierro, el antropólogo Francisco Ferrándiz muestra que los huesos tienen la capacidad de hablar, de traer al presente otras historias no contadas sobre momentos dolorosos de la guerra civil española. En Desaparecidos: Cartografías del abandono Gabriel Gatti (2022) (hijo y hermano de desaparecidos) explica que la desaparición va mucho más allá del derecho penal. En un recorrido que lo lleva de México a Argentina, Brasil, Uruguay, describe que hemos construido sociedades donde los sujetos se hacen presente, solo cuando ya no están. Y que, además, somos capaces de borrar también a ciertos sujetos del mapa de ciudades y políticas sociales. Réquiem NN de Juan Manuel Echavarría (2013) parte de la historia que la periodista Patricia Nieto describe en Los escogidos – las historias que parecen sacadas del realismo mágico religioso de García Márquez y que narra cómo los cuerpos echados en la zona del río Magdalena medio, son muchas veces recogidos y “escogidos”, otorgados nombre, a veces género, rezados, y participan de la vida cotidiana de los habitantes de Puerto Berrío (un municipio de Antioquia en Colombia). México es uno de los países latinoamericanos con demasiados casos de desaparecidos.

Un hombre inserta una vara de metal en un desierto en el norte de México, se acerca a la punta y huele en busca de algún rastro de su ser querido. Sabe los cuerpos de difuntos emanan gases y estos tienen olores que pueden llevar a sitios de entierro. Aprenden a mirar entre las piedras y la arena por aquellas formas que provienen de huesos humanos. La desaparición forzada en México no es solo la muerte, sino que muchas veces se producen escenarios de casi destrucción total de los restos. Persistencia, el documental de Jans-Holger Hennies y Anne Huffschmid (2020) da cuenta de la manera cómo familiares de desaparecidos en México se organizan para buscar a sus seres queridos. Ante la nula respuesta del Estado, son ellas y ellos que deben velar por la verdad y la justicia.

El dolor de la pérdida se transforma en la misma agencia, en lo que le dio “valor” decía Mamá Angélica, que las lleva a organizarse. A ella la llevó a fundar ANFASEP, la primera organización de víctimas formada principalmente por mujeres quechua hablantes en Ayacucho en 1983. El dolor es único y puede quedar en nosotros, en nuestros cuerpos, como una honda marca; casi como una patología, como señala Freud en Duelo y melancolía. El dolor queda en nuestros cuerpos; se encarna en nuestros sentimientos y permea nuestra propia vida. Lo que aprendemos es a vivir con el dolor.

La desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad que no prescribe. Sucede en periodos de conflicto y muchas veces, por lástima, en gobierno democráticos. Ese el caso peruano. No fue gratuito que, en las manifestaciones de noviembre del 2020, cuando no se sabía sobre el paradero de algún/alguna manifestante, hablaran inmediatamente de desaparición forzada. El vocablo quedó como la tecnología de poder implementada y desarrollada en tiempos del conflicto armado interno (1980-2000) por muchos actores. Así como en México las madres y padres emprenden las búsquedas de sus seres queridos para impedir las borraduras totales, en Perú fue un movimiento, por ejemplo, como Reúne que agrupaba asociaciones de víctimas, organizaciones de derechos humanos y activistas quienes impulsaron la creación de la Dirección General de Búsqueda de Personas Desaparecidas (DGBPD). Bajo el marco de derecho humanitario la DGBPD se creó en el 2018 adscrita al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Al 31 de julio de 2021 el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y Sitios de Entierro (RENADE) de la DGBPD reportó 21, 918 personas y 4,961 sitios de entierro. En ambos casos, Ayacucho destaca con el 42% de personas desaparecidas y 82.9% sitios de entierro. Estas cifras cuentan cómo esta tecnología se convirtió en práctica sistemática para eliminar al otro: no bastó detenerlo, había que asesinarlo y desaparecer su cuerpo; no bastó detenerla, muchas veces había que violarla, torturarla y desaparecer su cuerpo. Las tecnologías también variaron con el género de las víctimas. La práctica sistemática de violencia describe un tipo de sociedad que es incapaz de establecer canales de diálogo, sino que arbitrariamente recurre al ejercicio de violencia como la aniquilación de quién se supone es el adversario -no importa, si en el camino, también se ciega la vida de personas que no eran parte. Es lo que vemos sucede en nuestro país desde diciembre del 2022. Más de sesenta muertos cuyas familias esperan por verdad y justicia.

Muchas veces los testimonios sobre desaparición forzada son relatos que inician contando alguna dimensión de vida cotidiana, que refleja precisamente la incertidumbre del momento: “habían estado durmiendo en las habitaciones para estudiantes universitarios”; “se lo llevaron de la casa”; “era la madrugada”; “estuvo trabajando”. En otros relatos parece que hay algo que antecede el hecho: “lo detuvieron y metieron en la maletera de un carro de la policía”; “la llevaron a una playa de madrugada”. Lo común es que sean historias que busquen no dejar rastros. Y sin embargo no llegan a ser borraduras totales. Basta que alguien pregunte por el paradero de la persona y comience su búsqueda; basta que un reciclador de basura vea una escena extraña en un descampado en Cieneguilla; basta que una voz pregunte: ¿dónde está? ¿qué pasó? ¿por qué él/ella? ¿qué hizo? ¿qué le hicieron? ¿quién lo hizo? El silencio. El vacío. El dolor.

Las heridas como las preguntas quedan abiertas. Lamentablemente, en el Perú también los casos judiciales ya que incluso cuando se tienen sentencias positivas, los familiares emprenden la ardua tarea que las medidas realmente sean implementadas. Así, el señor Cromwell Castillo continúa buscando a su hijo Ernesto; Gisela, la señora Carmen, siguen tras los pasos de cada uno de los procesos judiciales del caso Cantuta y hasta de la caja perdida por más de 30 años en Inglaterra, Marly sigue buscando a Kenneth, mi amigo Edgar sigue esperando que su padre regrese a Lucanamarca. Un Estado que asesina es muchas veces también un Estado que posterga, que dilata, que demora la verdad y la justicia.

Juan Gelman decía que, a pesar de los genocidas, la lengua permanece sorteando los agujeros negros y hasta el mismo horror que no puede nombrar. “Escribo en el olvido”, decía, “en cada fuego de la noche, cada rostro de ti”. Los desaparecidos nos faltan a todos. Tienen familias que esperan por verdad, justicia y reparación. Y, sus historias completarían mucho del rompecabeza y olvido sobre el que se erige nuestra historia reciente. Estas nos ayudarían a construir un país más digno y justo donde todos y todas tengamos un lugar en la comunidad nacional, una historia que contar y no repetir.
Escuela de Investigadores