Noticias | 30 marzo, 2020
El cuidado más allá del COVID-19
-Investigadora CISEPA-
Desde que empezó la cuarentena en varios países del mundo, algunas voces en las redes sociales afirman que el mundo nunca volverá a ser igual después de la crisis del COVID-19. Incluso, algunas opinan que debemos aprovechar las grandes perturbaciones a nivel micro y macro para repensar profundamente nuestras maneras de vivir. Si bien podemos recibir esos mensajes con buena dosis de escepticismo, quisiera proponer una reflexión en base a un fenómeno que he ido observando en mi mundo social virtual desde el pasado 16 de marzo. Llamaré a ese fenómeno, con cierta ironía, “el despertar de la clase media sobre la importancia del trabajo de cuidado”.
En Perú como en muchos países de la región, las mujeres han ingresado masivamente al mercado laboral desde los años 90. Si bien empezaron más tempranamente, la década del ajuste estructural marca un punto de inflexión hacia una mayor integración de las mujeres de todos los sectores socio-económicos al trabajo remunerado. Este fenómeno esta interrelacionado con varios otros cambios importantes, a nivel demográfico y tecnológico, en la sexualidad, etc. Un hito notable en ese sentido es la expansión de lo que ahora las ciencias sociales llaman “la economía del cuidado”. El tiempo que dedicaban las mujeres a su hogar y a cuidar a los dependientes de su familia, lo dedican en gran parte ahora a una ocupación—o a varias-- que les genera un ingreso. Y las que pueden contratar a otra(s) mujer(es) para reemplazarle en varias tareas domésticas y de cuidado, lo hacen. El efecto de este desplazamiento del trabajo doméstico/de cuidado ha sido el de mantener o incluso acentuar las desigualdades socio-económicas entre mujeres de diferentes clases sociales.
También se mantienen las desigualdades socio-económicas basadas en el género. Se han transformado, pero sigue habiendo una brecha en casi todos los principales indicadores. Si bien el feminismo tenía razón en decir que ganar dinero puede ser una fuente de mayor autonomía para las mujeres, lo cierto es que luego de varias décadas es obvio que esta autonomía es bien relativa y viene muchas veces con un costo personal, emocional y físico altísimo. La mayoría de los varones no contribuyen al trabajo de cuidado o lo hacen proporcionalmente menos que su pareja o que los otros miembros femeninos de su hogar. Las encuestas sobre el uso del tiempo que realizan muchos países de vez en cuando—en Perú solo se realizó una vez en el 2010-- lo muestran claramente.
Y qué tiene que ver todo esto con el Coronavirus? Estando en cuarentena, la mayoría de nosotras se enfrenta a la doble o triple jornada a la cual se enfrentan siempre las mujeres de sectores populares que no tienen ingresos suficientes para contratar a una trabajadora del hogar. Limpiar, lavar, comprar, cocinar, cuidar a niños y adultos dependientes; además, para muchas, el teletrabajo; y para muchas familias que tienen la suerte de poder pagar un colegio privado, si este decidió organizar actividades escolares virtuales durante la cuarentena, también significa supervisar las tareas escolares de sus hijos. El choque es duro.
Claro, en muchos casos, los hombres contribuyen bastante a esas tareas. Aun así, las mujeres asumen en general lo que se llama “la carga mental”, un trabajo invisible de coordinación, iniciativa, sentimiento de responsabilidad principal por el buen funcionamiento de su hogar. Por mis conversaciones virtuales, intuyo que muchas—y ojala muchos también-- están viviendo una experiencia durante esta cuarentena que debería llevarlas a ser más receptivas a la necesidad de poner en la agenda pública la discusión sobre la economía del cuidado. ¿Cuánto vale el trabajo de cuidado? En mis redes reportan que pasan como mínimo 6 a 8 horas diarias cumpliendo labores de cuidado desde que estamos en cuarentena. Obviamente con niños pequeños o adultos dependientes, suman más horas. Y sin pareja u otro adulto que colabore, más. Es decir, solo en la noche logran encontrar un par de horas para dedicarse al teletrabajo. Es así que podemos darnos cuenta en carne propia de cuán fundamental es el trabajo de cuidado, no solo para nuestras vidas personales, sino para la economía en general. Algunos países han empezado a calcular el valor económico del trabajo de cuidado. En Guatemala, se estima que equivale a 26-34% del PBI; en El Salvador, a 32%. En Australia y Japón, se estima que equivale a más de 35% del PBI
[1]. ¿Cuánto será en el Perú?
En tiempos normales tendemos a desvalorar el trabajo de cuidado, lo cual explica que sea un trabajo tan precario y mal pagado. Si bien el Perú ha avanzado en los últimos años en mejorar los derechos de las trabajadoras del hogar en la ley, en línea con la ratificación del Convenio 189 de la OIT (Convenio sobre el Trabajo Decente para las Trabajadoras y los Trabajadores Domésticos adoptado en Perú por medio del DS Nº 030-2018-RE), falta muchísimo para promover una política pública integral en materia de cuidado. La crisis que vivimos actualmente, y que recién empieza, debería llevarnos a repensar el valor que otorgamos al trabajo de cuidado, de igual manera que parece que está generando una valoración mayor del trabajo que realizan los profesionales de la salud, los que recogen la basura, los que trabajan en el sector agrario y de la alimentación.
Y ahora que vemos al Estado peruano invertir sumas muy importantes para salvaguardar el bienestar de la población, ¿no será posible pensar en nuevas fórmulas para desarrollar políticas públicas de cuidado? Estas políticas deberían basarse en una estrategia que reconozca la contribución del trabajo de cuidado al PBI, y que promueva la creación de empleos formales, con beneficios sociales basados en derechos y en el pago de contribuciones. El Estado podría facilitar la creación de empresas o cooperativas de trabajo del hogar y/o trabajo de cuidado, mediante un programa de subsidios asociados al respeto de los derechos reconocidos en la ley.
El país necesita cunas y guarderías de calidad, accesibles no solamente para sectores que viven en pobreza sino en todos los distritos urbanos del país y con diferentes escalas de tarifas en función al ingreso promedio anual de las familias; horarios escolares que incluyan horas extras en el colegio para almorzar y hacer las tareas, para las familias que lo desean; estrategias para asegurar el cumplimiento generalizado del DS Nº 030-2018-RE sobre los derechos de trabajadoras del hogar. Si algo debería cambiar luego de la crisis del Covid-19, es el valor que acordamos como sociedad al trabajo de cuidado, una parte esencial—aunque invisibilizada-- de nuestra economía.